Cómo comenzó todo…
Realmente esta historia no es acerca de Reconciled World (Un Mundo Reconciliado), ni de lo que hicimos, sino de Dios y de lo que Él hizo. Tenemos una doble pasión: ver a la iglesia fortalecida y a las personas libres de toda forma de pobreza. En 1996, yo (Anna) comencé a trabajar con Fundación Contra El Hambre (Food for the Hungry), cuya visión es “acabar con el hambre físico y espiritual en el mundo.” Una visión audaz, es cierto, pero una visión que me motivaba. Debido a que trabajaba en ese entonces en un país que restringía los ministerios cristianos, no podíamos involucrarnos mucho con la iglesia. Si bien celebrábamos muchos éxitos, no veíamos vidas transformadas ni comunidades que salían de la pobreza. La Biblia parecía prometer mucho, sin embargo mis experiencias no fueron tan dramáticas.
En 1999 asistí a una Conferencia de Visión. Estas conferencias que ahora son dirigidas por Disciple Nation Alliance / Alianza Discipulando a las Naciones (disciplenations.org), me introdujeron a un nuevo conjunto de ideas sobre cómo abordar la pobreza. Algunos mensajes clave que se presentaron en dicha conferencia incluían:
- La importancia de la Iglesia local.
- El impacto que nuestras creencias tienen sobre nuestro comportamiento y nuestro nivel de pobreza.
- Dios se interesa por cada área de nuestra vida y desea que cada una de dichas áreas sea vivida en obediencia a Él.
Luego de participar en la conferencia, pasé cuatro años investigando las Escrituras y buscando respuestas. ¿Puede la gente salir de la pobreza simplemente mediante el entender las verdades de Dios y vivir en obediencia a Él? Las Escrituras parecían indicar que aquello era verdad, sin embargo cuando preguntaba a las personas nadie podía dar ningún ejemplo.
En el 2003 decidí poner a prueba estas ideas. Mi esperanza era encontrar diez iglesias que quisieran asociarse conmigo. Después de una serie de reveses y contratiempos y de mucha oración, Dios eventualmente proveyó una voluntaria para enseñar a las iglesias lo que ahora se conoce como Módulo 1 (nuestra primera capacitación). Luego de capacitarla para que fuera nuestra entrenadora, no pudimos reunirnos sino después de varios meses para discutir los resultados de sus capacitaciones a las iglesias. Para sorpresa mía, cuando finalmente pudimos conectarnos, ella ya había entrenado a 160 iglesias en lugar de tan solo las diez planificadas! El caos, en el buen sentido de la palabra, se había desatado y muchas iglesias estaban rogando para tener más capacitaciones.
La semana siguiente a nuestra primera capacitación, mi esposo y yo nos fuimos a un retiro a la playa. Mientras nadaba oraba a Dios que me mostrara lo que tenía que hacer. No tenía el presupuesto para 16 personas (y para tal caso, tampoco para 6 personas). No sabía lo que estaba haciendo y tampoco tenía idea si iba o no a funcionar. Para una persona a la que le gusta tener un alto nivel de control, esto era todo lo contrario. Fue en este punto que me di cuenta que el proyecto iba a ser realmente todo acerca de Dios. Si Él no iba a estar presente y si Su Palabra no era la verdad, entonces estábamos rumbo a un desastre.
Afortunadamente, Dios es real y mucho más Fiel de lo que puedo imaginarme, así como es Fiel a Su Palabra. Con la ayuda de Dios, continuamos preparando y escribiendo las capacitaciones y el programa continuó expandiéndose rápidamente. Algunos entrenadores, sin entender (o eligiendo ignorar) que solo queríamos que cada uno de ellos trabajara con un máximo de diez iglesias, capacitaron a más de 50. Otros se quejaban diciendo que su área geográfica tenía más de 120 iglesias y que les era problemático tan solo trabajar con unas cuantas de ellas. Para ayudar a satisfacer la demanda, agregamos a 16 personas en los primeros ocho meses de haber iniciado el programa. Ahora teníamos a más de 300 iglesias que recibían nuestras capacitaciones. Era aterrador.
Cada vez que nos reuníamos con el personal, escuchábamos historias de iglesias que ponían en práctica la capacitación que habían recibido. Muchas iglesias mostraban el amor de Dios a sus comunidades a través de lo que llamamos Acciones de Amor (nota de la traductora: o, servicios sociales de amor). Escuchamos algunas historias increíbles de cómo Dios multiplicaba esas simples acciones de obediencia para lograr resultados que ninguno de nosotros hubiéramos podido jamás imaginar. Cuando recién comencé el programa, me imaginaba que la iglesia haría lo que pudiera con los recursos que tenía y cuando se agotaran dichos recursos, nosotros llegaríamos y estaríamos a su lado para ayudarla. Lo comparé con Jesús y la multiplicación de los panes y peces que se encuentra en Marcos 6 –comenzar con lo que se tiene y verlo incrementarse. Pero como ahora estábamos trabajando con más de 300 iglesias, era evidente que no teníamos los recursos para que fueran el factor multiplicador. Solía preocuparme de lo que pudiera suceder cuando a las iglesias se les acabaran sus recursos. En mi falta de fe, obvié una importante parte de la historia –fue Dios quien multiplicó los panes y los peces. Él fue capaz entonces y lo sigue siendo hoy. Fue Dios quien hizo grandes promesas a los pobres y todavía permanece Fiel a ellas.
En los siguientes años desarrollamos y escribimos más capacitaciones, oramos fervientemente, escuchamos historias increíbles, y nos preocupaba si alguna vez estas comunidades saldrían de la pobreza. En los lugares donde iniciamos nuestras capacitaciones, la comunidad por lo general solo tenía suficiente para alimentarse 6-9 meses durante el año. Y ahora, solo unos cuantos años más tarde, les estábamos pidiendo dar y compartir con otros. No habíamos traído nada a las comunidades excepto la capacitación.
Todavía estaba cuestionando cómo resultaría todo esto cuando, en una reunión de liderazgo, uno de los líderes comenzó su informe diciendo: “En mi zona, las comunidades han sido transformadas y han salido de la pobreza.” Mi deseo inicial (en caso se pregunten cuán poca fe tenía entonces) era asegurarle que eso era imposible. Después de todo, la transformación toma un largo, largo tiempo y probablemente no se lleve a cabo hasta que Jesús regrese. Afortunadamente, me las arreglé para tragar mis dudas el tiempo suficiente y pedirle que nos diera más detalles.
La entrenadora compartió que ya no había más gente pobre en su zona. Todos tenían suficiente para comer todo el año. Todos tenían casas estables, letrinas, pozos y un huerto. Todos los hijos iban a la escuela y la mayoría de la gente asistía a la iglesia. La gente era apasionada de Dios. Tenían matrimonios fuertes y amorosos. Las personas no estaban crónicamente enfermas y ellos sabían cómo tratar la mayoría de las enfermedades más comunes. Debido a que ya no había ninguna necesidad en su comunidad, ellos servían a las comunidades vecinas y las ayudaban con los proyectos. Yo sabía muchas de las historias de esa zona. Hubo momentos en que ellos habían orado y visto una provisión milagrosa, pero también hubo tiempos cuando las tormentas arrasaron con todo, forzándolos a reconstruir sus casas y a despejar los caminos.
Con el tiempo, escuchamos más y más historias similares de comunidades declarando que ya no eran pobres. Incluso escuchábamos a la gente hablar en los buses acerca de las zonas donde trabajábamos y cómo habían salido de la pobreza.
En la medida que hemos tratado de aprender de lo que sucedió, nos hemos convencido más y más sobre la importancia del discipulado integral. El discipulado integral consiste en aprender a caminar en obediencia a Dios en cada aspecto de la vida. Significa reconocer que la tierra que uno tiene, le pertenece a Dios, por lo tanto la trabaja diligentemente. Significa que el cuerpo fue hecho por Dios, por lo tanto se necesita practicar una buena higiene. La verdad bíblica proporciona el por qué hacer un cambio. Al construir sobre la base de dichas verdades, agregamos habilidades y mejoramos en cosas tales como en las prácticas de agricultura e higiene—el cómo.
En la medida que Su pueblo aprende a caminar en obediencia, hemos visto a Dios levantarlos y sacarlos de la pobreza. Él utiliza los resultados naturales del cambio de conducta de Su pueblo, pero también con frecuencia interviene a favor de ellos de maneras milagrosas. Si usted va a las muchas comunidades que terminaron la capacitación, verá que continúan aplicando todo lo que aprendieron. Continúan sirviendo a sus vecinos, trabajan diligentemente, mandan a sus hijos a la escuela… Si usted les pregunta por qué hacen todo esto, su única respuesta es, “¿acaso no es esto lo que un cristiano debe hacer?”
En esa declaración –¿acaso no es esto lo que un cristiano debe hacer?—yace el secreto del programa. No se trata de ayudar a las comunidades a salir de la pobreza, aunque ciertamente esperamos que esto ocurra. Más bien se trata de enseñar a la gente a vivir como deben hacerlo los cristianos, reconociendo que el Dios que diseñó la tierra y la humanidad también conoce la mejor forma en que podemos vivir. Los principios que Él ha establecido ciertamente nos hacen florecer.